#MDQ

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2. Disfrutar. Tan fácil como: viajar en micro pero en asiento de a uno; el olor a mar; una pareja de señores mayores bailando enamoradísimos en el ya tradicional espectáculo de las escaleras de la Rambla; la foto número quinientos mil en tu vida de los lobos marinos; un galgo rescatado de pelo largo, corriendo por la playa y zambulléndose en el agua a buscar la botella que su humano le tiraba una y otra vez, incansables ambos, mientras la humana de ellos los miraba con amor; una pareja de teens chapando de cara al mar; amiga y amigo de ambos charlando, él claramente deslumbrado por ella, preciosa; una dupla de teens en la que ella le describe a él qué es un Starbucks (“muy yanqui” fue el final de su descripción); las casas de Mar del Plata que te cortan la respiración, recuerdo eterno de un pasado esplendoroso y lejano que no va a volver; los pies en el agua, la arena amarronada, tan amada, tan presente a lo largo de mi vida. Es así de fácil y yo me había olvidado.

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#Santiago

Santiago de Chile

Santiago de Chile es fresca, ágil, luminosa. Hay días de un sol prístino que ilumina la Cordillera inmensa, y sus nieves eternas resplandecen y se tornan plateadas o de un color rosa pastel según el humor del atardecer. La luna llena besa los bordes de las montañas y el cuadro es hipnótico, como un fondo de pantalla en un monitor HD. Hay otros días en los que un cielo gris plomo desdibuja las cimas a lo lejos; una bruma pálida sumerge a la ciudad en la fantasmagoría y se adivinan distantes las formas ondulantes de los cerros que la custodian.

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Volar

«Bienvenida a mi oficina» me dice. Estamos a 3.000 metros de altura, y el mundo debajo se ve como una alfombra emparchada de verde, amarillo y ocre. La laguna de Chascomús, a lo lejos, parece un espejo gigante. Ahí estamos, colgando en el aire como sin peso, planeando suavemente después de la adrenalina extrema de los 45 segundos en caída libre. Él en su salto número 2.000 y pico. Yo, cumpliendo mi largamente esperado sueño de tirarme en paracaídas.


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La banda de sonido de mi vida vol2

Escribiendo esta serie de posts recordé 1) Que lo primero que más me gusta sobre la música es escuchar música 2) Lo segundo, compartir música 3) Lo tercero, escribir sobre música. Y mi brevísima carrera como periodista de rock dice presente y me devuelve de cabeza a los albores del nuevo siglo. Y entonces todo este asunto de repasar los temas y las bandas que me acompañaron a lo largo de mi vida (*) cobra cada vez más sentido, no sólo como un gran ejercicio para el punto 2), sino especialmente porque es una especie de viaje en el tiempo que me ayuda a armar los rompecabezas de una vida que pasa muy rápido y de la cual no quiero dejar nada sin narrar. Ojalá disfruten del viaje tanto como yo.

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La banda de sonido de mi vida vol1

No concibo la vida sin música. Creo que ser afectado emocionalmente por una canción es una de las más logradas expresiones de humanidad. Otra persona a la que no conocés le puso ritmo y letra a un estado de ánimo, a un momento, a un recuerdo, a una época, a una relación. No puedo vivir sin música y mi memoria emocional se construye con canciones y bandas, atadas por un hilo conductor con lógica propia que ni yo sabría explicar.

Hace unos días me visitó una idea, nada original pero valiosa en su utilidad de documentar esas canciones que son la banda de sonido de mi vida: armé una playlist en Sportify a la que llamé «laclaux OST» porque aunque no lo sabía, ese listado siempre estuvo ahí y estoy segura de que cada uno de ustedes ha ido construyendo su propio original soundtrack a lo largo de la vida, con bandas y artistas de aquí, de allá, de todas partes; de ahora y de siempre.

 

 

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#Diálogos

-Me considero un hombre realista, pero, en términos filosóficos, soy lo que se llama un pesimista. Creo que la conciencia humana fue un paso en falso en la evolución. Nos hemos vuelto demasiado conscientes de nosotros mismos. La naturaleza creó un aspecto de ella separado de ella misma. Somos criaturas que no deberían existir por ley natural. Somos cosas que trabajan bajo la ilusión de tener un ser propio, esta acumulación de experiencias sensoriales y sentimientos programada con la total seguridad de que somos alguien, cuando, de hecho, nadie es nadie. Creo que lo honorable para las especies es denegar nuestra programación, dejar de reproducirnos, caminar de la mano hacia la extinción, una última noche hermanas y hermanos, excluyéndonos voluntariamente de un contrato injusto.

-¿Entonces para qué nos levantamos cada mañana?

-Me digo a mí mismo que para dar testimonio, pero la respuesta correcta es que estoy obviamente programado para ello, y que carezco de la capacidad de suicidarme.

Rust Cohle y Martin Hart, en la escena de True Detective S01E01 que capturó mi corazón y mi espíritu de forma inmediata. Primer capítulo y ya se perfila como un hit total.

VIH

1. Supongamos que no te acordás como surgió la charla pero él te dijo que no estaba seguro si tenía o no tenía. Y vos lo único que dijiste fue «si vamos a estar juntos lo tenés que saber». Y se hizo el test. Y recibiste su llamado en tu escritorio en tu oficina de entonces, diciéndote «Tengo», y tuviste que salir a dar una vuelta manzana para tomar aire y acomodar tu cabeza, las ideas y sensaciones confusas que te invadieron. Se lo contaste a tus amigas y tuviste todo el espectro esperable de reacciones: «Lo tenés que dejar ya», te decía llena de preocupación una de tus más cercanas amigas. «En lo que decidas yo te banco», te decía otra. Y vos con una única certeza: todo lo que necesitas es información. Y hacia allí partiste, con un listado enorme de preguntas; las había obvias, «¿Qué hacemos si tenemos un accidente con un preservativo?», las había tan rebuscadas que te daba vergüencita hacerlas – del tipo «¿Qué pasa si yo me depilé el cavado, tengo un poro abierto y me cae semen en el poro?». Todas las preguntas posibles estaban en esa lista. Y te sentaste derechita en la silla en la cita con el infectólogo. Le explicaste la situación: él se acaba de enterar que es HIV positivo y recién inicia su tratamiento; yo soy HIV negativa y estamos empezando una relación.

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#MeCagoEnTodos

No es sólo un hashtag. Es una declaración de principios, un visión de la vida, un compromiso sostenido con la indiferencia total hacia el resto de los mortales con los que comparten la ciudad. #MeCagoEnTodos es la quintaesencia del garca, del pésimamente ponderado «porteño vivo», una expresión muy bien lograda de los miserables cívicos con los que nos toca convivir en la hermosa Buenos Aires.

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#36

Hoy cumplo 36 años y me resulta imprescindible escribir. Quisiera conservar un largo tiempo esta sensación de estar completa de amor y de buenos deseos. Quisiera abrazarla y hacerla física, atesorarla de alguna manera y echarle mano en esos días en los que la vida adulta me parece demasiado compleja.

Han sido 36 años de aventuras. Me he pasado toda mi vida adulta viviendo como yo elijo y sé que de por sí eso es un gran logro.

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Disco Del Mes | Definitely Maybe de Oasis

Definitely Maybe Oasis

En 1995 no sólo terminé la secundaria y tuve mi primer novio, sino que también descubrí que había otra ciudad en el mundo además de Seattle que iba a marcar el ritmo musical de la década. Esa ciudad fue Manchester, y gracias a MTV (que entonces aún era un verdadero canal musical) una noche de zapping me encontré por primera vez con la banda que tal vez mejor haya representado al Brit Pop, ese movimiento musical que vino a patear el tablero y a opacar el reinado del grunge: en la pantalla estaban pasando Live Forever, y esos 4’36» fueron suficientes para un enamoramiento instantáneo.  «¿Quiénes son estos tipos?» pregunté, y, en ese mundo pre-Internet, fui a mi disquería amiga a revolver bateas hasta dar con ellos.

Que Definitely Maybe, de Oasis, es un disco sólido, rockero, refrescante y fundamental no queda duda alguna, y esta semana se cumplen nada menos que 19 años de su lanzamiento, el 29 de agosto de 1994. ¿Habremos sido entonces testigos del último gran movimiento musical genuino? ¿Tuvimos desde entonces otra escena a la cual mirar?

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