Categoría: Bites from another life
VIH
1. Supongamos que no te acordás como surgió la charla pero él te dijo que no estaba seguro si tenía o no tenía. Y vos lo único que dijiste fue «si vamos a estar juntos lo tenés que saber». Y se hizo el test. Y recibiste su llamado en tu escritorio en tu oficina de entonces, diciéndote «Tengo», y tuviste que salir a dar una vuelta manzana para tomar aire y acomodar tu cabeza, las ideas y sensaciones confusas que te invadieron. Se lo contaste a tus amigas y tuviste todo el espectro esperable de reacciones: «Lo tenés que dejar ya», te decía llena de preocupación una de tus más cercanas amigas. «En lo que decidas yo te banco», te decía otra. Y vos con una única certeza: todo lo que necesitas es información. Y hacia allí partiste, con un listado enorme de preguntas; las había obvias, «¿Qué hacemos si tenemos un accidente con un preservativo?», las había tan rebuscadas que te daba vergüencita hacerlas – del tipo «¿Qué pasa si yo me depilé el cavado, tengo un poro abierto y me cae semen en el poro?». Todas las preguntas posibles estaban en esa lista. Y te sentaste derechita en la silla en la cita con el infectólogo. Le explicaste la situación: él se acaba de enterar que es HIV positivo y recién inicia su tratamiento; yo soy HIV negativa y estamos empezando una relación.
#crónicas vol1
La tiendita del placer
Desde afuera, el local no dice mucho. Apenas un par de maniquíes que lucen lencería erótica para las fantasías más variadas (una mucama sexy, una pseudo conejita de Playboy y un traje sadomaso donde abundan las cadenas y el cuero negro) dan una pista de que estoy a punto de penetrar en un mundo que lleva años dándome vueltas en la cabeza. Me adentro en el local segura de que esas cuatro paredes guardan secretos mucho, muchísimo más interesantes que esos disfraces, y con un potencial de goce infinitamente mayor.
#BFAL vol3
1#
Hago distintos caminos todos los dias para cubrir las dos-cuadras-casi-tres que hay entre mi casa y la estación del subte. Quebrar la rutina con algo tan tonto y aunque sea un poco está bueno. Me salva de convertirme en un autónoma que no piensa esas mínimas acciones. Me gusta pensarlas. Decidir si voy a ir por un costado de la vía o por el otro, o si pasaré por delante de la verdulería cuyo dueño siempre me saluda a pesar de que pocas veces le compro porque es muy cara (sólo le compro paltas, de hecho). Hay un camino en particular que me gusta más, porque en el medio de la cuadra, al costado de la vía del otro lado de mi casa, hay un gato, grande, con ojos verdes increibles y pelaje atigrado gris oscuro, que muchas de las mañanas que paso por ahi está parado a la entrada de una galeria desierta, mirando la vida así despreocupado. Yo le hablo a los animales, los saludo, me comunico con ellos con la mirada, el tacto y las palabras. Y este gato en particular me encanta porque cada mañana que me lo encuentro lo saludo («Hola gato lindo») y me detengo a hacerle un par de caricias. Él me responde: maúlla en voz alta y se refriega entre mis manos con un gusto que es mutuo. Después me despido, sigo caminando, y un par de veces me he dado vuelta a mirarlo, para descubrir que él tambien me mira, como diciendo «Hasta luego», y habiendo disfrutado de nuestro cariñoso encuentro tanto tanto como yo.
febrero 2007
#BFAL vol2
Una chica en el subte D. Pelo platinado rubio furioso, lentes de contacto turquesa, una capa de maquillaje muy muy blanco, las pestañas recontrarecargadas de rimel. Hacía tiempo que no veía a una mujer con tantas ganas de no ser ella misma que no fuera yo. Y después pensé: ojalá estuviera a la venta el rimel para el alma, el sucedáneo de los lentes de contacto para la personalidad, y maquillaje para el corazón.
(Agosto 2007)
Foto: stephanie ★
JFK
Yo sé, así como sé mi nombre y conozco los tatuajes y las cicatrices que marcan mi piel y las pecas que me dibujan constalaciones en las mejillas y las caderas que rellenan mis pantalones y mi sexo que adorna la conjunción de mis piernas, que hay miedos que van a estar ahí durante un tiempo.
La tarea no es tanto pelear contra ellos sino dejar que me llenen por completo como el primer paso para drenarlos de mí.
(A lo único que hay que temer es al temor)
Foto: fotopamp
#BFAL vol1
Alguien escribió AMOR con aerosol rojo y letras así mayúsculas justo al lado de la senda peatonal por la que cruzo la calle todos los días de mi vida. Justo lo que necesitaba: un recordatorio bien gráfico de esa pieza de mi universo que hace demasiado tiempo que no encaja y menos ahora cuando lo que quiera que pasaba entre nosotros definitivamente se acabó.
Era azul la luz que entraba por la ventana, como estar sumergidos en un ambiente acuoso donde nuestros movimientos -desnudos y enredados uno en el otro en la cama de sabanas livianitas- eran como en cámara lenta. Pequeñas porciones fotográficas: el lóbulo redondo y gordo de su oreja justo antes de besarlo, su boca trompuda incluso cuando duerme, sus largas pestañas oscuras señalando el horizonte, el pelo desprolijo revuelto, la respiración serena apenas interrumpida por sus ronquidos que acallo sacudiéndolo con suavidad, su brazo rodeándome fuerte como si yo tuviera la más mínima intención de escapar. Ejercicio de placer particular recorrer con la nariz el costado de su cuello y su nuca, descubrir la leve variación de su olor que podría distinguir con los ojos cerrados entre cientos de otros hombres. Hay días en los que ya no hay diferencias entre el sueño y la conciencia cuando despertamos entre besos que derivan en un encuentro físico que es seguramente una de las mejores maneras de salir de la vigilia.