#Unfinished 1
Bianca… Bianca… el orgasmo explota en su mano, en su mismísima mano de uñas descuidadas, de palmas enormes, unas manos que bien preferirían acariciar el pecho magro de ella antes que su propio bien conocido cuerpo. Se refriega las manos en la sábana, se limpia bien hasta el último resto de la urgente descarga. Estira los brazos con morosidad, bosteza un par de veces, se pone de pie de un salto.
Sale al balcón y se apoya contra la baranda del balcón de su pieza. Aspira fuerte la primera pitada a su Camel, deja volar la ceniza al viento fresco de la noche, piensa en la imposibilidad de asegurar que ese año sí iba a poder controlar aquella fuerza oscura que tantas veces había brotado en otras ocasiones sin que él pudiera hacer nada para detenerla. Sacude de su cabeza las imágenes de sangre, de gritos, de llanto que lo atormentaban desde meses pasados. Trata de poner la cabeza en blanco, pero todo se ve rojo, rojo profundo, rojo en alerta. Teo y su pie abierto al medio, Bianca y su boca que apenas sonreía y esas manos que lo habían estremecido como no recordaba que podía sentir. Sentir algo distinto de la furia, del odio, de la nada más absoluta y terminante. Desea estar anclado al piso como con una estaca que lo atravesara desde la cabeza hasta los pies, que lo uniera a la tierra, a su casa, a la escuela y al mundo exterior. No ser como un aerosol expandido en el aire sin forma, sin comienzo y sin sentido. Ser un todo o, al menos, una insignificante parte de algo en alguna parte. Por favor, no otra noche de insomnio. Se acuesta de nuevo, se tapa a medias hasta la cintura y trata de dejar la cabeza en blanco, de vaciarla por completo de imágenes y colores. Ahora, todo lo verde del universo se transforma en los ojos de Bianca, y todo lo rojo en el pie de Teo. Se le cierran los párpados.
Afortunadamente, duerme.
Foto: laclaux