Disco Del Mes | Nevermind de Nirvana
El primer CD que compré con mi plata fue Nevermind. Yo tenia 13 años y mi vida estaba a punto de cambiar: la música nunca fue lo mismo para mi después de la primera escucha picada de sus 12 tracks (más el bonus oculto). Tenía 13 años y odiaba al mundo. Y este tipo –Cobain– me lo cantaba a los gritos con una melodia y un power inusitados. Yo era él, y viceversa.
A Cobain la vida le dolía y se le notaba en la manera en que masticaba las letras al cantar. Nunca la oscuridad y la rabia fueron tan bellas como en la materialización de esas canciones que eran una novedosa mezcla de pop, punk, rock y heavy metal como yo no había escuchado nunca hasta entonces.
Desde los Beatles, pasando por la música religiosa de The Vasolines, el heavy metal de Ozzy Osbourne y las modernas melodías de David Bowie, Cobain–Novoselic–Grohl desconcertaron por la imposibilidad de ser encasillardos en un único género: fue el nacimiento del grunge, un neologismo acuñado para etiquetar esa música inabarcable, y que pasó a describir a un movimiento contracultural no sólo musical sino también estético (levante la mano quién no usó camisas leñadoras, jeans destrozados reversión del punk y el pelo teñido de algún color poco habitual). Nevermind no sólo los catapultó a una fama que tal vez no buscaron, sino que rompió a patadas el status quo musical reinante, con Madonna y Michael Jackson a la cabeza.
Nirvana inventó algo nuevo? La realidad es que no: simplemente alcanzó un blend distinto que gustaba sin ser easy-listening y perturbaba sin ser metal extremo. Eso, más lo inexcrutable de sus letras, los arreglos simples sin un atisbo de pretención, cierto gusto por algunas canciones de guitarra plena y voz limpia, y el extraño atractivo que Cobain desparramaba a pesar de ser tildado de hosco, frontal e imprevisible, lograron un cóctel demoledor.
Nevermid apareció en un mundo pre-Internet donde los embriones de melómanos como yo consumíamos publicaciones que hoy ya no existen o que se convirtieron en apenas una sombra de lo que fueron: el suple Sí, la Madhouse y la revista 13/20 son las que recuerdo que se editaban acá, y a eso se le sumaba cualquiera editada afuera (generalmente de España) que llegaran a los megakioscos de Florida y Lavalle en pleno auge menemista.
En ese entonces MTV era una consumada escuela de rock, y programas como Headbangers y Conexión MTV con Arturo Hernández, 120 minutos y tantos otros mostraban lo que realmente estaba pasando en la escena y te abrían la cabeza a sonidos, bandas y solistas. Nervermid explotó eso y pudo explotar por eso en regiones lejanas a su epicentro natural. Seattle-Buenos Aires, sin escalas.
Muchos otros han escrito rios de tinta y teras de posts sobre Nevermind, Nirvana y su importancia radical para la música de los últimos 30 años (cuántas bandas no existirían hoy si Cobain–Novoselic–Grohl no hubiesen llegado a un estudio de grabación, my God). Y me faltan años de road-trip para siquiera convertir este post en un análisis enciclopédico como este que compartí hace pocos días.
Pero hoy, cuando en un día soleado en Buenos Aires alguien en Twitter me recuerda que se cumplen 20 años de su edición, no puedo dejar de mirar atrás e identificar ese disco como una parte fundamental de cómo transité mi adolescencia y de la mujer que soy hoy. La música tiene para algunas personas un efecto fundacional: yo no sería laclaux de no haberme cruzado por casualidad alguna vez con Smells Like Teen Spirit por la radio o MTV, y no imagino qué otro sonido hubiera acompañado esa angustia adolescente, ese odio y confusión que el mundo me hacia sentir o que yo sentía por un mundo al que había sido arrojada sin preparación para su aspereza.
Mientras escribo este post, Nevermid suena en mis auriculares, inoxidable, perfecto, tan demoledor como la primera vez que lo escuché. Me afecta emocionalmente como pocos, soy yo con 13 años y también con 33. Es una parte de mí que renueva credenciales cada vez que le doy play.
Imposible elegir la mejor canción: Smells es una patada de rock; In Bloom tiene una densidad y una cadencia espesas y abrumadoras; Come as you are a veces me angustia; Breed y Territorial Pissings despiertan el gen del pogo que habita en mí de manera automática; Lithium logra engañarme con su luminosa manera de narrar la locura; Polly me entristece; Drain you es una de mis canciones de amor favoritas; Lounge Act es elegante y prolija incluso en su derrotero punk final; Stay away no me gusta; Nirvana nunca produjo otra canción feliz como On a plain; Something in the way es tristeza hecha melodía.
Felices dos décadas, Nevermind. Esta chica grunge te saluda.