Único

-Esto es un colegio. Y no podés venir con el pelo pintado así.

-Usted no es rubia natural, y nadie le dice nada.

Ella rondaba los 60; yo tenía escasos, impetuosos 16. Ella era la rectora del Colegio Juan Bautista Alberdi de Castelar; yo, una adolescente un poco paria que un día se había aparecido en la escuela con el pelo teñido de verde, un homenaje a uno de mis personajes favoritos de Robotech, Miriya. Ese diálogo me costó un llamado a mi madre y la amenaza de amonestaciones que nunca se concretaron. Fue una de mis pequeñas conquistas de la adolescencia: el triunfo de lo que para mí era mi singularidad contra la sistemática uniformidad a la que querían forzarme.

Yo buscaba entonces responder el enorme interrogante acerca de quién era yo y cómo iba a ser en los años por venir cuando abandonara el yugo carcelario de la institución educativa y saliera a enfrentar la vida con las herramientas desarrolladas durante los años de la secundaria, muchas de ellas a fuerza de calle y vivencias más que de libros y profesores. Mientras escribo en un bar ruidoso de Belgrano y afuera llueve agua y flores de jacarandá y escucho a Piazzolla, este domingo perfecto me encontró llena de esas viejas preguntas, porque creo que la búsqueda interna no termina nunca. Y entonces no puedo dejar de reflexionar sobre la cantidad de comentarios y notas que leí en estos días a propósito de los fans de Lady Gaga, sus excéntricos atuendos y sobre tres chicos que acamparon durante un par de semanas para lograr ser lo primeros en ingresar al estadio.

Estos pibes fueron motivo de burla y de una increíble falta de respeto en días pasados. Con tristeza se me hace evidente que una enorme parte de la sociedad sigue prefiriendo a los jóvenes de la masa, a los que compran el combo de cómo encajar, a los que son iguales a otros, a los que se visten con las cosas que se usan y que no se animan a ser distintos a riesgo de quedarse afuera. Pareciera que muchos están dispuestos a seguir avalando la máquina de fabricar reproducciones exactas de jóvenes que hablan igual, se visten igual, piensan igual a los otros, en vez de celebrar lo diferente y acompañar a los que no tienen miedo de ser únicos, a los que no les importa lo que van a decir los demás.

¿Cómo es posible cuestionar la pasión de la juventud, fuente inagotable de experiencias que marcan a fuego al adulto por venir? ¿Cómo cuestionar lo que hace un joven en una época de su vida en la que se supone que tiene que hacer estupideces sin sentido aparente, ya sea acampar un mes para ver a su artista favorito o subirse a plataformas de 30 cm para ir a un recital? Es la pasión de la juventud la que construye adultos llenos de vivencias para contar, forjados en el aprendizaje que sólo dan el hacer y el arrojo que se tiene a los 20 y que es único e irrepetible. El que espera de la juventud recato y razones se ha perdido de algo: la maravillosa sensación de estar vivo que te da entregarte de lleno a aquello que parece ser la única razón para vivir, esas noches y esos acontecimientos en que toda la vida parece concentrarse y definirse.

Porque todo disfraz es una búsqueda y toda búsqueda es un camino; imperdonable costumbre la de exorcizar la cobardía de antaño crucificando a los que se animan a estar vivos hoy.

Yo sigo eligiendo a los que arden.

 

Un Comentario

  1. Marceland Maldonado (@arcoiris_blanco)

    Es muy interesante y es un debate que tengo en la cabeza desde la adolescencia.

    El problema con eso, es que muchas veces, por destacarse o rebelarse, uno también termina adhiriéndose pero a otra masa, la de la anti-masa.
    Es imposible ser original, aunque uno trate de no pertenecer a ese cobarde consenso social que dicta cómo vestirte, como ser. La lucha contra eso, te lleva a la rebelión porque sí, hasta que se pierde el sentido (como el caso de los floggers, por ej.) es «somos diferentes al resto, pero nos vestimos todos iguales». Y seguís consumiendo una moda, una tendencia, de pronto ya no sos diferente, ya sos parte de la «normalidad».

    Es cierto que se hicieron comentarios re crueles a esos pibes que esperaban para entrar al reci, pero tampoco me parece tan heróico lo que estaban haciendo, si al fin y al cabo, siguen siendo parte de un «producto». Esos «little monsters» también son una masa, a lo mejor una masa descontenta con respecto a otra masa, pero masa al fín.

    En fín, si me das a elegir, aún así yo también prefiero a los que arden, porque si esa búsqueda que decís, te lleva más allá del disfraz, entonces sí hay un verdadero camino.

    Saludos!

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  2. Esteban

    Ayssss…

    Primero y antes que nada: Me expulsaron de 2 colegios. (Bueno, de uno y del otro me «invitaron a no asistir más»).

    Varias cosas:
    Asociar «fugo interno» y «rebeldía» con la adolescencia es encasillar tanto como la rubia teñida a la joven Claudia de Pelo verde. Si, en la adolescencia las hormonas y desconocimiento personal te llevan a cometer más errores, pero no por eso a ser más vital (o lo que sea).

    Nada más fácil de manipular que un adolescente. Toda una industria de mercadeo vive gracias a eso. Que la banda de moda, que la ropa, que el boliche, que el hacer esto o lo otro. Si hay algo que caracteriza a esa etapa de la vida es más el «querer pertenecer» que el «fuego interno». Muchas veces los actos de rebeldía tienen más que ver con encontrar o encajar en un lugar que con realmente oponerse a algo.

    Lo dije por Chuidder: si, la adolescencia es la edad ideal para hacer boludeces, pero no por eso las boludeces dejan de ser tales.

    Acampar un mes para ver a una «artista» (más bien un producto creado por las discográficas, pero bue… digamos que es artista) es una estupidez. No, no le hacen daño a nadie. No, no los juzgo. Si, hagan lo que quieran con su tiempo -tal vez por eso es que me perturba… siempre me obsesionó el poco tiempo que tenemos para hacer cosas en la vida, desperdiciar un mes en una fila, me resulta criminal-.

    Y esto avala tanto la máquina de hacer clones como los que critican. Toda esa muchachada alistada para ir a ver a Gaga estaba toda vestida igual, opinaba igual, le gustaba lo mismo…

    Diversidad es otra cosa. Apertura mental es otra cosa. No perdamos el sentido crítico en aras de un «hagan lo que quieran».

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  5. luispahLuispah

    Esteban, el tema es que todo es medio relativo, hablas de desperdiciar un mes en una fila, pero ese mes no se lo olvidan más, el presente esta construido de pasados, pero no por eso necesitan ser todos «pasados productivos».
    Eventualmente, creo yo, que llega a ser mucho mas importante «esa vez cuando tenia 17 años y me pase un mes con mis amigos acampando en al fila para ver a lady gaga» que «esa vez cuando tenia 17 años y ahora no me acuerdo lo que hice porque fue un mes mas del montón»

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