#CS vol1 (¡Feliz cumpleaños, revista Guarnin!)
La revista Guarnin! ha sido uno de los lugares que mayor felicidad me ha dado a nivel profesional y personal. Un proyecto motorizado por gente fabulosa que ama lo que hace, y que cree, como yo, en un aporte colectivo para construir un mejor mundo.
Hoy, este emprendimiento de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación Social, cumple seis largos, provechosos años de existencia, y sigue en la calle gracias al esfuerzo de sus integrantes y me llena de orgullo que así sea. FM En Tránsito, la primera radio cooperativa de la Argentina y uno de los primeros medios en los que trabajé, es otro de sus logros.
Para celebrar este cumpleaños, y como un regalito virtual para cada uno de los que la hacen -algunos viejos compañeros de ruta, otros nuevos talentos a los que no conozco- va este post con un texto que pertenece a una columna que durante tres o cuatro años escribí en Guarnin!, llamada Castelar Solamente y que, los días como hoy en los que vuelve a mi memoria, me llena de nostalgia y de buenos recuerdos.
Podés seguir a la revista vía @RevistaGuarnin y a través de su perfil en Facebook.
A todos los que hicieron y hacen Guarnin!, ¡feliz cumpleaños y sigan adelante!
1*****
A veces es la tristeza la que no tiene fin. Cada uno elige purgarla de una forma particular y única. Como hechiceros, apelamos a conjuros sólo por nosotros conocidos para alejar a los fantasmas y devolvernos, más o menos enteros, a un estadio lo más cercano y parecido a la tan anhelada paz. Y absolutamente todo vale para eso.
2*****
No tiene que ver con el deplorable estado de los vagones o esas polaroids de miseria que regala a diario el ex Sarmiento. No está en el vacío de las estaciones después de las 11 pm, ni en los tramos entre estación y estación dominados por ruinas alambradas, los pasos a nivel cancelados de formas siempre toscas, los montones de basura acumulados en los márgenes de las vías, la mugre en los andenes o la desolación del túnel de Haedo. A veces simplemente un viaje en el tren es una completa oda a la tristeza. Hay algo en el susurrar de los vagones sobre los durmientes que es melancólico de una manera inevitable y poderosa, la musicalización perfecta para esos viajes con la cabeza levemente apoyada contra el vidrio de la ventana, los ojos inquietos saltando de imagen en imagen antes de que desaparezcan en esa película siempre en forward en la que el tren transforma el paisaje a su alrededor, mientras uñas mentales escarban los recovecos del alma que se despertaron ardiendo sin ninguna explicación aparente, o por un motivo tan insoslayable que abruma por su propia omnipresencia. Un vagón de tren, un viaje fuera de la hora pico, tal vez música triste de esa que duele en serio (prueben “Hail to the Thief”, de Radiohead, o “Dummy”, de Portishead) sonando en la cabeza a fuerza de pura remembranza o con el auxilio de un mp3 o sus antecesores: la escenografía perfecta para perderse durante minutos en la raíz de cualquier pena, no importa cual sea el origen.
3*****
Y llorar… ese movimiento rítmico del andar del tren cobija a las almas en pena, para dar rienda suelta a la catarsis, escondidos detrás de un par de anteojos, calando hondo una gorra o bien haciéndolo de forma pública. En general, el desborde no siente vergüenza, no registra a los otros. Es seguro que cualquier compañero ocasional de viaje sabrá entender esa sensación de no dar más, de necesitar de forma imperiosa desatar el nudo en la garganta, desagotar el pecho que se trasforma en ese territorio habitado por un ente líquido que ahoga sin piedad, porque todo el mundo pasa por eso alguna vez. Entonces no hay tren, ni estaciones, ni pasajeros que valgan como impedimentos. Nunca mejor aplicado eso de que si querés llorar, llorá. Porque algún día, ya lo sabemos, no habrá más penas ni olvido.
como se te extraña por estas pampas Bianca stein!
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